domingo, 11 de septiembre de 2016

13 años

13 años exactos han pasado desde que empaqué lo "indispensable" -eran 6 maletas llenas de cosas imprescindibles y, por supuesto, otros tiempos- y crucé el charco con mi carnala para vivir y estudiar en una ciudad desconocida para mí, bien lejos de la que me vio nacer y a la que echo de menos todos los días. Siempre pienso en qué hora será allá - a estas alturas es un cálculo inmediato-, pienso en qué estarán haciendo mis seres queridos, si se estarán preparando para ir al trabajo o si estarán a punto de irse a la cama. Si saldrán corriendo en camisón porque un sismo se dejó venir como siempre sin avisar. Imagino a su tráfico y sus gentes -que no son pocas-, sus tardes de lluvia, sus amaneceres, su luz, sus puestos de comida en cada esquina y sus desastres de tráfico. Extraño con frecuencia a esa ciudad caótica pero siempre viva, con sus 24 horas en constante movimiento.

Y después de trece años, poniéndole los cuernos con esta otra ciudad, sigue la cosa igual pero no. La ciudad desconocida de aquél tiempo es ahora también mía. Si estoy del otro lado del mar, en mi México querido, la operación es a la inversa. Calculo la hora que será en Barcelona, evoco sus olores y a sus gentes. A su comida y a su mar. Y pienso en los seres queridos que acá también me esperan.

Y así pues,con esos trece años a cuestas, hoy puedo decir que no hay marcha atrás. Que ya no soy sólo de un sitio. Allá hablo raro, acá también. Y así será, desde aquél día en que arrastré esas 6 maletas, ante el asombro de las personas que nos vieron salir del aeropuerto con tanta chunche, hasta el fin de mis días. 

Hoy ya sé que será así: andaré para siempre por la vida con el corazón partido en dos. Y apechugando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario