miércoles, 22 de junio de 2016

De asociaciones y trepas

- No, si lo que hay que hacer es dar unas limosnitas. Así, a diestra y siniestra, pero sólo de vez en cuando ¿eh? cuando nos apetezca, nomás para sentir lo buenitos que somos. Ya con eso armamos un país lindo, la gente a la que le dimos la migajita nos adora, además de que tendremos séquitos detrás con la mano extendida. Esperando siempre. Desesperados. Mientras tanto nosotros seguimos robando, abusando de las buenas voluntades, llenándonos los bolsillos. Trepando. Así, codo a codo, con gente corrupta, manchada de sangre. Lo que hagan para sacar sus recursos no nos importa. Si, total, también nos toca mochada. Para qué hacerle ascos. No tenemos escrúpulos, ni vergüenza. Lo que importa es que los negocios fluyan. Que nos dejen dinero. Que nos den cargos. Que nos den poder.
Y así este mundo.
El otro día, resolviendo el crucigrama dominical vi que la palabra 10 vertical era: "persona que sólo destaca porque está trepando". La respuesta era "mediocre".

A mí se me ocurrieron algunos nombres que poner ahí, con apellidos y todo, pero no me cupieron.

miércoles, 15 de junio de 2016

Brújula


Cenando en buena compañía, distraída y feliz, unos taquitos de cochinita, de lengua y de otras cosas sanísimas y suculentas, no me di cuenta de la hora y el metro cerró. Nada grave si se es una persona normal, con la brújula en su sitio y bien calibrada. En mi caso esa brújula o no existe u opera de una forma misteriosa que hace que siempre vaya yo al revés de a donde quiero/debo ir. Lo tengo asumido. Así que crucé la calle, haciendo caso omiso de mi brújula loca, y esperé al autobús nocturno. A lo lejos lo vi venir y me dije, qué suerte la mía, ese N2 es el que me lleva justo a la casa.

Hice la parada y me subí orgullosa, había además un asiento libre. 

Me senté frente a dos chicos en shorts de piernas re peludas, no demasiado interesantes. Saqué el teléfono y me puse a curiosear los mensajes que tenía. Pasó un tiempo, no mucho, miré por la ventanilla y no reconocí lo que había a mi alrededor. ¡Qué raro! Esto no es la Gran Vía. Me levanté alarmada aunque disimulando. No, no es la Gran Vía. Me bajé. El autobús se alejó y alcancé a ver, aún con mis ojos miopes, que había bajado del autobús N12, no del N2. Observé el terreno, estaba en una rotonda/glorieta, a la que sí reconozco, pero a la que llegan al menos 5 avenidas. Carajo, ¿cuál es la que me lleva a casa?

Leyendo los nombres de las calles - ¿por qué no todas las calles tienen el pinche nombre en la esquina?- encontré la mía. 

Y eché a andar hacia casa. Ni un alma por la calle, pero todo sereno. Al fin y al cabo después de tremendo atracón no hace daño caminar. Venía riendo al recordar un meme que había visto, y que suscribo con alegría, que decía algo así como: soy partidario del equilibrio entre el gym y el ñam. 
Tras media hora de agradable paseo llegué a casa. Sólo para descubrir que no traía llaves.

Cirque du Soleil

El Cirque du Soleil me fascina. Nunca un circo había conseguido emocionarme hasta las lágrimas. Recuerdo con especial cariño el espectáculo "Alegría" que fue el primero que pude disfrutar gracias a la generosidad de mi mamá que se mochó con las entradas. Fue una experiencia increíble. Mágica. Nunca un payaso había conseguido tocarme el corazón como aquella vez. Era un payaso triste y melancólico pero entrañable. El resto del espectáculo fue tan hermoso que lloré a lágrima viva ante su belleza sin igual.
En fin, que el Circo del Sol es maravilloso. Qué bueno que existe, lo malo es que está al alcance de muy pocos. Es un espectáculo que, entre su gran calidad, el cuidado de todos los detalles y la inmensa cantidad de gente que participa en él, resulta bastante oneroso. Una entrada sale en un ojo de la cara o, incluso, en los dos (aunque sea en gallera).

Hasta ahí todo más o menos bien. Lo que ya me parece obsceno es que el gobierno mexicano se gaste, del dinero público y según fuentes periodísticas, la indecente suma de 119.8 millones de pesos anuales - (47.4 millones de dólares, distribuidos a lo largo de 5 años) - para desarrollar un espectáculo inspirado en México, que recorrerá distintas ciudades del mundo como parte de la cartera de proyectos del Cirque du Soleil y hasta 2023.
Esa cantidad anual es 4.7 veces mayor que el presupuesto del Programa de Desarrollo Cultural y tres veces más que el plan Fomento a Proyectos de Coinversión Culturales, del 2016 en todo el país.
En todas esas ciudades, que tendrán la fortuna de que el circo se presente, el precio de la entrada seguirá costando, seguramente, ojos de la cara. Con suerte les dejará instalado, en sus cuerpos emocionados y sensibles, el gusanito subliminal que les conmine a visitar y a conocer la hermosura de México y, cuando finalmente lo hagan, se dejen las perlas de la virgen, que ya no los ojos, pues ya los habrán dejado abonados en otro sitio.
Negocio redondo. Pero...¿para quiénes? O es que ¿a los mexicanos nos dejarán ver el espectáculo gratis? ¿O será gratis para todo el mundo con tal de que el gusanito aquél desate un torrente de deseo y así México reciba a millones de turistas adinerados?

sábado, 4 de junio de 2016

Inmenso mar



El sol brillaba en sus ojos inmóviles.
El hombre lo sacó del agua tomándolo de uno de sus pequeños brazos.
Lo estrechó contra sí para darle calor y empezó a cantarle una nana.
Era sólo un bebé a la deriva.
Lejos de la guerra y del hambre pero ahogado en el inmenso mar de nuestra indiferencia.

viernes, 3 de junio de 2016

Cucú

A mi abuelo
En la blanca pared del comedor de su casa había un cucú. A mí me parecía una máquina mágica y fascinante: era un reloj habitado por un pajarito diminuto. Me lo imaginaba todo el tiempo trabajando, sin detenerse ni un segundo, pues perdería el hilo del tiempo. Ese bichito no paraba nunca, ni de día ni de noche. Cada media hora, religiosamente, aquel pajarito abría la puertecita de su casa para asomarse a saludar y para, sobretodo, piarle la hora exacta a quien estuviera cerca. 

Hace tiempo que esa maquinaria fascinante dejó de funcionar. El pajarito, un buen día, dejó de asormarse a la puerta de su casa. Quizá dejó de hacerlo porque mi abuelo ya no estaba más para escucharlo cantar.

Ese cucú ya no cuenta las horas, ni los años. Ni siquiera sé si aquél incansable pajarito sigue detrás de aquella puertecita. 

Pero yo sí recuerdo, con total precisión y con todo el cariño, que si su tiempo tampoco se hubiera detenido hace exactamente 29 años, mi querido abuelo estaría celebrando hoy su cumpleaños número 106.