Barcelona. 02/02/2016. 17:35 hrs. El metro llegó a la estación, se detuvo. Los pasajeros que tenían que bajar, bajaron. Los que tenían que subir, subieron. Las puertas se quedaron abiertas de par en par. El motor se apagó y se quedó todo en silencio.
Un manojo de niños, al menos cinco, salieron de un vagón y corrieron por el andén hacia la cabina del conductor. Un pequeñajo rubio, con gafas, regresó al vagón gritando y con el alma en un hilo:
- ¡Que no hay conductor! ¡Lo han asesinado o algo!
Y luego volvió a gritar alarmado: ¡Que no hay nadie en la cabina! ¡Lo han asesinado!
Mientras el pequeño Sherlock Holmes corría en dirección contraria, de una cabina pequeña del andén salía el conductor: sonriente e intacto pero con la vejiga vacía...
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