martes, 7 de enero de 2014

El vecino de arriba

Ella se puso el abrigo, se colgó el bolso al hombro y se marchó para siempre. Sus besos se quedaron olvidados en el sofá, dieron vueltas por la sala, errantes y sin dueño. Se escaparon por la ventana.
Al día siguiente Juan -el amargado de arriba- por más que lo intentó, no pudo quitarse la sonrisa y el amor que sintió durante toda la jornada, producto de aquellos besos ajenos que lo arroparon, durante toda la noche, mientras dormía.
El vecino de arriba / Lola Zavala

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